La cubanidad es principalmente la peculiar calidad de una cultura, la de Cuba. El legado de Gens ha dado muestra de ello.
Mientras entrevistaba a Carlos Rodríguez por los 40 años de Gens, era tanto el entusiasmo de nuestro interlocutor al contarnos la historia de su querido grupo, que él ni se imaginaba que simultáneamente atendía dicha narración y reflexionaba a la vez en torno al modo de darse a los demás desde su papel como músico. Es el extra que lo enaltece por encima del privilegio que encierra la posibilidad de hacer buen rock desde hace tanto tiempo. Incluso, se trata de algo que está más allá de su elemental preocupación por cuidar del trabajo como medio básico de subsistencia.
Ya una figura cimera de nuestra cultura como Fernando Ortiz ha advertido que en la cubanidad hay algo más que un metro de agua por el primer lloro de un recién nacido, algo más que unas pulgadas de papel blanco marcadas con sellos y garabatos simbólicos de una autoridad que reconoce una vinculación oficial. Es porque dicha cubanidad, para Ortiz, se debe de valorar como un complejo de sentimientos, de ideas y de actitudes que califican la conciencia de ser cubano, a esa voluntad de quererlo ser. Y durante el diálogo con el director de Gens, no hubo momento en que este dejara de transmitir la emoción de con cuanto amor ha ido definiendo los trazos del contorno de una vida entregada a la música.
Quizá ya intuyera semejante profesión desde el momento en que, a los diez años de edad, escuchó durante horas el disco Please, please me de Los Beatles para darse cuenta al final de que quiere tocar como Ringo. Tampoco fue casual que, en la banda de pioneros de su escuela, hiciera sonar un tambor mucho más grande que él, desempeño que le refuerza su ideal de llegar a ser músico. La realización de este sueño para la etapa del preuniversitario, lo lleva a hacerse dueño de una rudimentaria batería que ya lo pone en condiciones de pensar concretamente en la formación de un grupo al cual bautizaría como Gens.
Con la adopción de este nombre, Carlos evoca una particular sensibilidad por apostar a favor de la colectividad mayor, esa que define científicamente a la primera formación social no consanguínea, pero que se llevan como familia. En el caso de la entidad musical, ofrece su esperado primer concierto un 4 de enero de 1980 en el teatro de la capitalina Escuela de Medicina Victoria de Girón. Desde entonces, este sentido de pertenencia arraigado en su alma, ha sido lo que le ha permitido afrontar, con el mayor optimismo, tanto las dificultades como los aciertos durante los años transcurridos con la agrupación. Si muchos recordamos los primeros pasos de Gens en la Casa de Cultura del municipio de Plaza, otros coincidieron con el mismo en las giras junto a los grupos Moncada y Mayohuacán. Son contados los artistas que, como Gens, lograran desviar el tráfico de la calle 23 cuando se presentaban en el Pabellón Cuba durante los años 80. No por gusto fue la primera banda de rock en formar parte de la Asociación Hermanos Saíz al igual que del Movimiento de la Nueva Trova. En tal sentido, Carlos rememora emocionado los 36 arreglos que hicieron para su repertorio a canciones del trovador Silvio Rodríguez, sobre todo el de Santiago de Chile por la dramática efervescencia que provoca entre los latinoamericanos en nuestro país. Dicha popularidad para nada ha menguado con el paso del tiempo. Si memorables fueron sus habituales conciertos en El Diablo Tun Tun en la Casa de la Música, por literalmente desbordarlo de público, hoy día somos testigos de la gran expectativa que despierta Gens entre los asistentes al Submarino Amarillo (en estos momentos cerrado por reparación capital) en las tardes del último sábado de cada mes, cuando la jornada se dedica exclusivamente a honrar la obra de Los Beatles desde sus personales versiones. Esta sucesiva cadena de éxitos para un grupo de rock a través de cuatro décadas, se explica por la voluntad de valorar el concepto de Gens como un hecho tan íntimamente ligado a su vida, que Carlos lo identifica como su hijo varón. Según Ortiz, la cubanidad para el individuo no está en la sangre, ni en el papel, ni en la habitación. La cubanidad es principalmente la peculiar calidad de una cultura, la de Cuba. El legado de Gens ha dado muestra de ello.
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